El fútbol en México es un fenómeno que ha sufrido un proceso de transformación que lo ha llevado a ser una herramienta política, un negocio y ha dejado de percibirse como deporte.
Resulta que como Cola de Alcibíades, es un tema infalible, y esto lo saben mandatarios como Félix González, gobernador de Quintana Roo, quien se llevó a los Potros del Atlante a Cancún, que en su primer año logró el título de la liga. Pese a que el arreglo con el dueño el equipo, Alejandro Burillo, corrió por cuenta del erario público, la popularidad del gobernador subió colocándolo como uno de los titulares con mayor legitimidad en el país.
Un ejemplo más de gobernadores que deciden posicionarse como el jugador número 12, es el priista Humberto Moreira, gobernador de Coahuila, quien ha aprovechado los éxitos del equipo Santos. Este equipo ha generado una de las aficiones más intensas y apasionadas del país, lo que representa un verdadero activo para un político como Moreira. El gobernador ha puesto la cartera pública al servicio de los intereses del equipo. En abril de 2008 se anuncio que la tesorería del Estado ampliaría su donación de 20 millones a 170 millones de pesos para la construcción del nuevo estadio Corona, propiedad de la cervecería Grupo Modelo.
Esta medida fue criticada porque el monto de la donación superaba al presupuesto anual de varias dependencias y la mayoría de los municipios del Estado; además de que la partida no fue una inversión a cambio de acciones, sino una donación a beneficio de una de las empresas más poderosas y rentables de la economía mexicana. Por supuesto Moreira se defendió y argumentó que se trató de un ‘trueque’ por boletos para distribuir a la población
[1]. Unas semanas después de anuncio del aumento de los 150 millones, en mayo de 2008, el Santos venció al Cruz Azul en la final de la liguilla para conquistar su tercer campeonato del fútbol mexicano. En esa ocasión el gobernador desfiló por las calles coahuilenses, festejando el título del equipo como un triunfo personal y de su gobierno.
Ex gobernadores también se involucraron con el otro opio del pueblo. Pablo Salazar, gobernador de Chiapas en el periodo de 2000-2006, pagó las nóminas de los jugadores del equipo Jaguares, transporte, hospedaje y alimentación, todo esto con dinero del erario
[2]. El equipo nunca dio al gobernador un título pero si generó euforia en Tuxtla lo que le valió a Salazar para que se olvidaran los malos momentos de su gestión.
Otros ex gobernadores que también han aprovechado la fusión política-fútbol, son Jesús Murillo y Manuel Ángel Núñez en Hidalgo. Terrenos millonarios para instalaciones y cuantiosos premios para los jugadores representan un gasto menor si se considera los beneficios políticos que han obtenido los mandatarios del éxito del equipo de Pachuca..
Sin embargo, no siempre las situaciones se dan de la manera que uno quisiera, por ejemplo, Fidel Herrera, gobernador de Veracruz, tomó el control del equipo los Tiburones Rojos y destinó recursos importantes con el propósito de lograr un campeonato. Estuvieron a punto de lograrlo en 2006 cuando se contrató a Cuauhtémoc Blanco, pero el equipo fue a menos en los siguientes torneos hasta que en 2008 descendió a segunda división. De esta manera se perdió una gran inversión con cargo al erario.
Armando Reynoso, gobernador de Aguascalientes, en 2003 cuando era presidente municipal de Aguascalientes comenzó las gestiones con Televisa, propietario del equipo, para trasladar al Necaxa, del vacío páramo del estadio Azteca a la capital hidrocálida. Para ello ofreció los terrenos para construir el estadio y la casa del club
[3]. Si bien el equipo no ha tenido buenos resultados, al gobernador, su alianza estratégica con Televisa, le otorga un tratamiento benigno por parte de la línea editorial de ese medio de difusión.
La última sucedió hace poco después de la deplorable actuación de la Selección mexicana al perder contra Honduras. El presidente Felipe Calderón, pidió a Javier Aguirre que se hiciera cargo del equipo nacional, hoy El Vasco es Director Técnico de la Selección. No cabe duda que el presidente sabe que se debe mantener contento al pueblo para mantenerlo pasivo e incluso desinteresado de los asuntos de los muertos en el norte, o el aumento en la inseguridad, el desempleo; en concreto, que se olviden de la ineficiencia de sus empleados los gobernantes.
[1] Diario Siglo de Torreón, 15 de noviembre de 2007.
[2] Diario Reforma, 27 de julio de 2008.
[3] Revista Proceso, 20 de enero de 2007